10 de agosto de 2006

Desde las Sombras - Capítulo III

Nuevo capítulo de Desde las sombras. Es más largo, y revela más de la trama. Espero que les guste.


Desde las Sombras Capítulo III

El doctor corría. Ésas eran las consecuencias de su trabajo, y el lo sabía. Adelante suyo se encontraba Sara, qué también huía, y si el doctor la hubiera mirado a los ojos, habría visto pánico.
¿Pero porqué corrían? Eran esos monstruos, terribles, sacados de lo mas profundo de la oscuridad, que los acechaban a cada instante, esperando el momento oportuno para atacar. Sin embargo, la muerte no llegaría a Sara mediante ellos.

En las oscuras calles de la ciudad suceden muchas cosas, pero la muerte por ahorcamiento no es común, ni siquiera en las zonas más abandonadas y peligrosas. Cómo sucedió exactamente no es seguro. De alguna manera un cable se cortó en el mismo momento en el que Sara tropezó en unas escaleras. Delicadamente el cable se enroscó alrededor de su cuello para evitarle la caída. Lo que siguió no fue delicado, y mucho menos agradable. Después de unos cuantos forcejeos, algunas gárgaras y gritos ahogados, todo había terminado.
El doctor lloró, aún sabiendo que eso iba a suceder. Él quería evitarlo, para eso estaba allí, pero habiendo pasado 30 años desde aquel fatídico hecho no habría podido hacer nada.
-¿De nuevo soñando, viejo?-dijo una voz.- ¿Cree que la puede salvar? ¡Es un sueño, bastardo!-.
-Aquí no tiene influencias, Ab- dijo el doctor.
-Lo sé, vengo a fastidiarle el sueño. Es peligroso para la gente de su edad recordar estas cosas. Podría morir.-
El doctor se quedó callado, mirando hacia una sombra, de donde provenía la voz de Ab.
-Me parece que es necesario eliminar estos recuerdos- se escuchó retumbar en las paredes de la calle vacía.
-¡Nunca!- gritó alarmado el hombre, y corrió hacia las sombras. Al llegar se prendió una luz. La risa de Ab provenía de todas las direcciones.
-¿Por qué te creé? ¿Por qué?-
El cadáver de Sara se dio vuelta y miró al hombre.

-No se dé tanto mérito- dijo Ab, a través del cuerpo- Lo único que hizo fue liberarme, yo siempre estuve en su mente. Con el tiempo perdí mi verdadero nombre, pero yo soy la primera impresión que usted tuvo de una persona. No intente recordarme, no podrá.

El pobre hombre empalideció terriblemente, y sus piernas flaquearon.

-¿Acaso el experimento…?- dijo el doctor.
-Sí, funcionó. Un invento increíblemente revolucionario: separar ideas de la mente, e independizarlas. Lo felicito, usted es un genio. Una lástima que no haya funcionado la materialización. Deberíamos arreglar eso. Pero qué puedo decir, estoy orgulloso de provenir de usted.-
-¡Por Dios! ¿De qué rincón de mi mente provienes, Ab?-
-De uno muy oscuro. Fue muy difícil para mí crear una personalidad a partir de aquella vaga idea primordial. El día en que usted activó la máquina, tuve que luchar contra las demás ideas liberadas. Incluso devoré varias. El recuerdo de su abuelo, cuando tenía tres años, fue especialmente sabroso.-

El cadáver de Sara se relamió.
-Sabe bien… Dulce Sara, todo un bombón.- Ab rió a carcajadas. El doctor se arrojó al suelo y se cubrió los oídos. Ya no podía resistirlo más, su cuerpo envejeció súbitamente los 30 años que la fantasía le había quitado. Se hallaba decrépito, y ni aún en sueños podía resistir el terror que le causaba esa situación.
-No se desmaye ahora, por favor. Recién comenzamos ¿Qué le podemos hacer a Sara? A su querida Sara.-

El viejo se levantó con las fuerzas que le quedaban, totalmente encolerizado y le gritó -¡Aléjate, bestia!-

-¡Muy bien, viejo! Al parecer estaba equivocado respecto a su capacidad física. Aún así quiero un cuerpo propio. De esa manera, seríamos más productivos, robaríamos más mentes cómo el plan original. Además, a mí no me sirve compartir, no me gusta.-

Y mientras Ab hablaba, el viejo quedó paralizado, lentamente recordando algo que había permanecido oculto. Toda la calle, aquel escenario macabro de sus sueños recurrentes, fue consumido por una extraña oscuridad, luego el cuerpo de Sara, y finalmente él mismo.
Un nuevo escenario se construyó por debajo, era la habitación de un hotel destruido. El empapelado se caía a pedazos, y daba la sensación de estar en una cueva.

Sara estaba durmiendo, y por la puerta entró silenciosamente el doctor, mucho más joven.
Se arrodilló a su lado y le susurró al oído.

-Sara, júrame que solo vas a ser mía, y de nadie más.-

Ella se despertó, sonriendo. Le acarició la mejilla al doctor y se besaron con pasión.
-Por supuesto, Esteban.- El doctor frunció el ceño.
-¿Esteban? ¿Qué Esteban? Yo soy Ab. Yo soy el único amor de tu vida. ¡Me perteneces!-
El puño de Ab dio contra el rostro de ella. Con horror y pánico en sus ojos, huyó. Y él, volviendo a ser Esteban, la siguió, sin saber porqué. El viejo había observado su propio recuerdo, y ahora estaba enmudecido.
-No me gusta compartir- dijo Ab.

- Que suerte que pronostiqué que este recuerdo impediría mi libertad. Amigo Esteban, creo que podemos tutearnos, pero lo vamos a dejar para el próximo sueño, es hora de purgar los recuerdos dañinos.-

El viejo despertó abruptamente y vomitó la rata que antes había devorado. Sin saberlo, allí se fue Sara. Nunca más la recordaría
-Un obstáculo menos- se dijo Ab, y volvieron a dormir, pero ésta vez, no soñarían.